BIENVENIDA



BIENVENIDA

Somos una organización sin ánimo de lucro creada en el 2015 en Galicia gracias a la necesidad de orientación y ayuda de padres de niños con labio fisurado y paladar hendido y sus familiares.

Aunque los comienzos son complicados y todavía somos unas pocas familias nuestro interés es ayudar a toda la gente posible y dar a conocer la Unidad de Fisuras Labiopalatinas del CHUAC, única de referencia autonómica.

Aquí encontrarás información y noticias relacionadas con la Asociación Beizos. Para cualquier tipo de consulta podéis contactar a través de nuestra cuenta de correo electrónico beizosgalicia@gmail.com o llamando al 623 19 82 69.


HOLA

¡¡Comenzamos!! Como ya dije en la bienvenida, todo comienzo es complicado, fallos, aciertos y mucha ilusión por llegar hasta donde quere...

viernes, 12 de mayo de 2017

Wonder, entrevista a la escritora

Entrevista publicada en La Vanguardia


Raquel Jaramillo Palacio, escritora e ilustradora, autora de ‘Wonder’



Tengo 53 años. Soy de Nueva York. Casada, dos hijos de 20 y 13 años, y dos perros. Me licencié en Arte. Soy progresista y anti-Trump, su victoria me hizo buscar casa en Barcelona. Las posturas de la Iglesia católica en temas como el aborto o la homosexualidad me hicieron abandonar su seno, pero creo en Dios.

“Sé amable, porque el otro también tiene sus pesares”

“Sé amable, porque el otro también tiene sus pesares”



Semillas de tolerancia

Sin discursos morales, sin juicios y con mucha naturalidad, Palacio consigue que niños y adultos se pongan en la piel, no sólo de August, el protagonista de Wonder (Nube de Tinta), un niño de 10 años con deformidades en la cara, sino también de sus compañeros de colegio, los que le rechazan, los que se dejan llevar por los líderes y los que le acogen. Lleva vendidos en el mundo 5 millones de ejemplares, el libro se lee en las escuelas para facilitar la integración de los diferentes y en noviembre se estrenará la película protagonizada por Julia Roberts. Palacio ha viajado por todo EE.UU. dando charlas en colegios, insistiendo en que si todos fuéramos un poco más considerados con los otros, el beneficio sería incalculable.

Wonder ha sido una disculpa?
Sí. Hace años entré con mis hijos, de tres y diez años, en una heladería. Junto a nosotros había una niña con una deformidad facial impactante. Mi reacción fue llevarme rápidamente de ahí a mis hijos.
Y se sintió culpable...
Sí. Ojalá hubiera reaccionado de otra manera. Esa noche empecé a escribir Wonder para explorar lo que significa enfrentarte diariamente a un mundo que no sabe cómo enfrentarse a ti.
Escribió la historia de August.
Sí, un niño de 10 años con malformaciones y su vida en la escuela, las reacciones de unos y otros.
A veces los niños se burlan del débil.
Hay algo de eso, por tanto es importante que hagamos tomar conciencia a los populares de la clase del dolor que pueden infligir y transmitirles que utilicen su liderazgo para inspirar a los otros a practicar la amabilidad. No hay que tolerar la diferencia, hay que celebrarla.
Hábleme de sus orígenes.
Mis padres eran colombianos, de muy buena familia. Instalarse en Nueva York fue, sobre todo para mi madre, un shock. No hablaban inglés y no tenían amigos ni dinero. Fuimos una familia venida a menos, de clase media baja.
¿Por qué se instalaron en Nueva York?
Mi madre se casó a los 19 años con un chico de su círculo. Era un mal tipo y ella decidió separarse cuando en Colombia no existía el divorcio. La familia le dio la espalda y ella se puso a trabajar. Cuando nueve años después mis padres se enamoraron, se fueron a EE.UU. para conseguir el divorcio y poder casarse.
¿Qué le transmitió su madre?
Me enseñó a no dedicar mi energía en lamentarme por lo que no tengo y a disfrutar de las cosas que tenía, y creo que esa es una de las claves de la felicidad.
¿Esa es la semilla de Wonder?
Sí. Cuando aquella noche empecé a escribir Wonder supe que toda mi vida me había llevado a esa historia. Mi hijo mayor estaba entrando en la preadolescencia, momentos difíciles en que muchos amigos dejan de serlo, de confusión.
Y de afirmación.
Yo era muy consciente de que sobre todo a esa edad la amabilidad es algo que se debe recordar a los niños, incluso con los que habían dejado de ser amigos.
Eso es mucho pedir.
Los niños tienen la capacidad de ser muy crueles, pero también tienen la opción de la amabilidad. No se trata de ser agradable, sino de elegir ser amable. Es esta elección lo que es especial.
Wonder acabó recomendándose en las escuelas de EE.UU. y de otros países.
La amabilidad no se puede enseñar en el colegio ni se puede forzar, pero sí inspirar a través de historias y del ejemplo de los adultos. Hay que recordarles que en su entorno siempre hay alguien que los necesita, y que ser valiente es sentarse junto a ese del que todos se ríen.
Juzgamos con mucha ligereza.
El precepto del capítulo de Julian es “sé amable con todo el mundo porque todas las personas con las que te encuentras están librando una dura batalla”. Si piensas que todo el mundo tiene sus propios pesares, puedes empezar a sentir cierta ternura hacia la gente.
Desconocemos el poder que tenemos sobre los otros.
Cierto, olvidamos el impacto de la amabilidad, algo que es muy contagioso: si alguien es amable con nosotros, estamos más predispuestos a ser amables con otros, es una cadena.
Según como te den los buenos días brilla más o menos el sol.
Cuando voy a los colegios les digo a los niños que la amabilidad activa hacia otro compañero no sólo te cambiará el día, sino que puede llegar a cambiarle la vida a alguien, tu actitud puede activar una serie de circunstancias que nunca sabrás dónde acaban.
Este libro le ha cambiado la vida...
Por encima del dinero y el éxito, lo mejor de esta experiencia es haber podido ayudar a familias que tienen hijos como el protagonista, con malformaciones craneofaciales.
¿Acogieron el libro?
Les entusiasmó, lo repartieron entre los profesores de las escuelas de sus hijos. Oír sus historias ha sido transformador.
Cuénteme una.
En una conferencia expliqué mi encuentro en la heladería, cómo salí pitando porque no quería que la niña viera las lágrimas de mi hijo pequeño al ver su aspecto. Sólo luego pensé que la niña pudo interpretar que yo me había llevado a mis hijos para protegerlos de ella.
...
Al acabar se me acercó una mujer con su hijo, ambos tenían una malformación en las manos. Emocionada, me dijo: “Toda mi vida he tenido rabia dentro de mí. Yo era esa niña de la heladería. Mis manos asustaban a los otros niños y las madres los apartaban de mí”.
Qué duro.
“Nunca había pensado que las madres los apartaban para protegerme a mí. Ahora puedo explicarle a mi hijo cómo ser de otra manera”.
Si volviera a vivir aquella escena...
Dejaría que mi hijo llorara y me volvería hacia la niña para preguntarle: “¿Qué tal el helado?”, y él comprendería que no hay motivo para tener miedo.

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