Una novedosa prótesis facilita en Vall d'Hebron la solución del labio leporino
La malformación, que impide hablar y comer, afecta a 750 niños cada año en España
Los cirujanos colocan una pieza acrílica en el paladar de los bebés con fisura labiopalatina
Niños operados en Vall d'Hebron de la fisura labiopalatina.
ÀNGELS GALLARDO / BARCELONA
SÁBADO, 11 DE FEBRERO DEL 2017 - 22:01 CET
Cirujanos pediátricos del Hospital del Vall d'Hebron especializados en la reparación maxilofacial han diseñado un recurso barato e incruento que reduce la antiestética y limitante malformación con que nace uno de cada 800 niños en España -750 afectados cada año-, que sufren una fisura labiopalatina, conocida como labio leporino. La alteración, que surge en la gestación, divide en dos el labio superior y el paladar del recién nacido –en ocasiones solo el labio— impidiendo el desarrollo correcto de ambas zonas y también de la nariz, que, sin soporte labial estable, cae o crece con asimetría. Si no se interviene, el niño completa su crecimiento con una notable deformación facial que afecta a boca, nariz y paladar, lo que no solo afea sino que le impide hablar y masticar adecuadamente.
“Estos bebés succionan mal, se nutren mal y todo su desarrollo se complica" describe el cirujano maxilofacial Nicolás Sierra, uno de los artífices de la iniciativa que desde el pasado julio se emplea en el Vall d’Hebron, que consiste en insertar en el paladar de los niños afectados un diminuto aparato que va reorientando el crecimiento del labio, el paladar y la nariz. Así se consigue reducir drásticamente la cifra de intervenciones quirúrgicas que hasta ahora requería la solución de una fisura labiopalatina. De las hasta siete operaciones, con anestesia general, que exigía reconducir la malformación facial, se pasará a dos únicos actos quirúrgicos, uno a los 6 meses de vida, para corregir el labio superior, y otro al año, que unifica el paladar."No eliminamos la cirugía, pero la reducimos y facilitamos un mejor resultado", sintetiza Sierra.
RECAMBIO MENSUAL
La fisura labiopalatina impide que la cara del recién nacido se estructure de forma armónica. Los dos hemisferios del maxilar superior no se fusionan y la malformación va abriendo un espacio en el centro del labio superior y el paladar.
El procedimiento incorporado en la unidad de cirugía oral y maxilofacial pediátrica del Vall d’Hebron se inicia en la primera semana de vida del bebé sin que requiera su ingreso en quirófano. En la consulta ambulatoria del hospital, el cirujano coloca al niño cabeza abajo –para evitar que se atragante—y moldea en el paladar del pequeño una minúscula prótesis a la que da forma en aquel momento. El material empleado, un alginato, se condensa instantáneamente. Con la pieza resultante, elaboran otra idéntica, acrílica, que colocan al bebé, y que debe quedar sujeta las 24 horas del día, hasta que un mes más tarde la sustituyan por otra que se adaptará al crecimiento que haya experimentado el niño.
TRANQUILIDAD FAMILIAR
Así, se empieza a reorientar el desarrollo de la nariz y la boca. La pieza ejerce de guía del crecimiento de los tres puntos implicados. Desde ese momento, el niño puede succionar sus alimentos. Su evolución se normaliza y sus padres se tranquilizan prácticamente desde el momento del nacimiento. La pieza no debe moverse las 24 horas del día por lo que, si es preciso, se la puede sujetar con un fijador.
“Esta prótesis, que es una guía del crecimiento, va disminuyendo la deformidad desde la primera semana de vida, y cuando el bebé cumple medio año y le hacemos la primera intervención quirúrgica en el labio, el resultado es mucho más satisfactorio que el que se conseguía con las intervenciones convencionales”, afirma Sierra. A los 12 meses, operan el paladar. En ese momento, el aparatito acrílico –que se irá renovando hasta que el niño concluya el crecimiento--, incorpora una especie de antenita de la que surge una bola que se inserta en una fosa nasal. Así se reconduce también el crecimiento de la nariz.
Aunque los niños han de ir al hospital cada mes, el proceso es más barato que las operaciones practicadas hasta ahora
El tratamiento exige que el niño visite el hospital cada dos o tres semanas. Aun así, asegura el cirujano, el proceso resulta mucho más económico que las intervenciones, que se siguen realizando en el resto de hospitales.
Este recurso facilita que el resultado quirúrgico definitivo sea mucho más perfecto que los realizados sin que el niño utilice la prótesis. “Mejora el habla y mejora la estética –asegura Sierra-. Al final, apenas se percibe que ha habido una malformación.
El equipo de cirujanos pediátricos del Vall d’Hebron aprendió esta técnica de la doctora Teresita Pannaci, de la Universidad Central de Venezuela, que, a su vez, se inició con el doctor Barri Grasoy, de la Universidad de Nueva York. De momento, ningún otro hospital catalán, o del resto de España, han incorporado este procedimiento para reconstruir las deformidades a que da lugar una fisura labiopalatina
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